CUATRO PASOS ATRÁS ( 30-07-2021)
Es el último picotazo de la temporada y va a
ser breve. Pandemia es una palabra maldita. Es un castigo. Es de la estirpe de hecatombe, de catástrofe,
de apocalipsis, esos compuestos griegos
que anuncian lo terrible. Pan es todos, demos es
pueblo. Una pandemia es lo que le sucede a todo el pueblo, a todos los pueblos.
Pues bien, en un mundo donde decir todos es un abuso del lenguaje, el tema
de las vacunas muestran lo peor del sistema que nos gobierna. Los países más
ricos las concentran como concentran todo el resto: riquezas, recursos, armas,
saberes, la comida. Y esa concentración hace
que les falte a tantos otros. En estos pocos meses de campañas, Norteamérica y Europa
usaron casi la mitad de las vacunas que se aplicaron en el mundo siendo tan
sólo el 10% del Planeta. Y aun así no consiguen curarse bien porque se niegan a ponerse una vacuna, bien
porque desconfían, bien porque son unos iluminados que pasan de la ciencia. Y
mientras, el resto del planeta se degrada y se desangra y queda claro, cada vez
más claro, que salvarse solos no sólo es cruel e injusto sino algo peor, que no sirve: que salvarse solos no es
salvarse. La pandemia es de todos.
Vivimos tiempos confusos, caóticos, dementes. Saramago
escribió a propósito de su libro Todos los nombres que “ Las vidas son
como los cuadros, que conviene siempre mirarlos cuatro pasos atrás”.
Pues bien vivimos un tiempo en el que, como para
entender los cuadros y las vidas, tenemos que dar cuatro pasos atrás, para coger perspectiva y
entender ciertas cosas.
Por un lado tenemos ya viajes turísticos al espacio que son un
exceso total; tenemos coches eléctricos que se conducen solos que ponen el pelo
de punta; y tenemos pájaros metálicos llamados
drones que pueden grabarlo todo y
representarlo todo en unos Juegos Olímpicos a toda la Humanidad. Y al mismo
tiempo que eso sucede y que se presenta como lo más, tenemos también una vuelta ideológica a la Edad Media, en la
que partes amplias de la sociedad niegan el cambio climático, otros que afirman
que la tierra es plana y otros muchos
que tienen más miedo a una vacuna que a
una pandemia. ¡El peligro es el virus, no la vacuna.!
Cuando uno mira detrás de la pantalla del
ordenador y le hace caso a Saramago dando esos cuatro pasos atrás, entiende lo
que de cerca parece increíble e inaceptable y que la sinrazón, la desmemoria y
la estupidez también forman parte de nosotros mismos , los sapiens del siglo
XXI. Cuatro pasos atrás para entender lo visible, la realidad y es que sólo nos queda el aceptar con naturalidad la confusión del momento.
Entender que la estupidez y los
negacionistas de los derechos más básicos son parte de este juego por mucho que
nos inquiete a los yonkis de la lógica, a los enganchados a eso de ordenar
racionalmente las ideas y las palabras
de un modo justo para poder entenderlas.
Y, por supuesto, hay que retirarse cuatro pasos
atrás para entender también que tanta confusión
y tanta crispación acumuladas en
los últimos tiempos provoquen en algunos de nosotros la tentación de irse al monte o, lo que es lo
mismo, de apagar la tele e internet. Es natural. E incluso sano y , por ende,
recomendable. Aquí en el solar patrio llevamos año y medio de pandemia vivida
en vilo. Agotador e insoportable en lo
político, en lo mediático, en lo social. Año y medio de auge de la estupidez y
del odio. Saldremos mejores, dijeron. Ja.
Ahora que se ha celebrado ( ¿ Se ha celebrado?) el aniversario
de la muerte de nuestro ínclito Antonio Machado echo mano de ese verso que
dicen que encontraron en su chaqueta el día que murió exiliado en Collioure:
“Estos días azules y este sol de la infancia”. Entre tanto caos, dolor e
irracionalidad, Machado murió pudiendo mirar a los cielos, limpios del odio que lo expulsó
de su España y reivindicar la época en la que todo estaba en orden, la
infancia. Ochenta y un año después, quizá toque dar cuatro pasos atrás para
entender que de la estupidez y del hastío del momento sólo se sale retrocediendo,
si se tiene un lugar al que querer ir mentalmente . Y ese lugar bien puede ser
la infancia presidida por una cierta ingenuidad y transparencia, al menos hasta
ahora. Con razón Rilke decía desde Ronda que la verdadera patria del hombre es
su infancia
Será duro aceptar, ya en una cierta senectud
como Saramago , que la crueldad y la estupidez de este primer
mundo del que presumimos serán tan sólo una molestia
que nos acompañará en el camino el
resto de los días y que será preciso dar cuatro pasos atrás para sobrevivir a tamaño
espanto y reencontrarse con algo inocente y limpio, como cuando éramos niños.
La vida puede ser ida y vuelta.
Nada más. Felices días azules y cuidado con el odio
que está que muerde.