CUANDO MÁS ES MENOS ( 23-07-2021)
En medio de la superabundancia y el derroche que
nos caracteriza , lo contradictorio es
que aparece en el horizonte una nueva
palabra que tiene que ver con la escasez. Escasez de gas natural , de
materiales de construcción, escasez de pintura, escasez de materias primas,
escasez de chips que está poniendo
contra las cuerdas a las empresas tecnológicas, escasez de los minerales con los que se fabrican los
fertilizantes químicos que afecta de forma alarmante a la agricultura en plan
intensiva.
En conjunto este panorama de escasez nos envía
una señal inequívoca de que estamos ante
un límite de los actuales modelos de producción, consumo y formas de
vivir. Una auténtica crisis que tiene su
origen en la lógica del sistema en que vivimos cuya única razón de ser es el
crecimiento continuo, aunque conduzca al abismo. De tal manera que al
capitalismo del desastre inducido por la lógica perversa del crecimiento
permanente se une ahora el capitalismo de la escasez: se está convirtiendo en
escaso lo que antes era suficiente. Y la escasez tiene que ver con la
existencia de límites pero también con el uso irracional y con la falta de
justicia distributiva, con la igualdad.
Lamento
aguarles un poco el descanso veraniego con picotazos y pensamientos como estos pero el tema de la luz me lleva a
imaginar el futuro y las posibles salidas a la gravedad del momento presente.
La incapacidad para someter a las eléctricas es de manual. Son ellas quienes
tienen el poder, no el Gobierno. O sea. Por otro lado, pensemos que no
hay salidas justas y viables a estas situaciones sin reconocer que el
decrecimiento de la economía global es simplemente imprescindible. Y esto a lo
mejor tiene que ver con su bronceado o su aire acondicionado.
No
encarar este debate conjuntamente –por crudo que sea– sobre la superación
de los límites y sobre el poderío de las
eléctricas en España no va a hacer que el problema desaparezca. Más bien supone
perder tiempo y oportunidades para construir una comunidad que comprenda el
momento que vivimos; y sobre todo, deja
huecos que están ocupando deliberada y planificadamente sectores de
ultraderecha que niegan el problema de origen y apuntan con el dedo a falsos
culpables (migrantes, mujeres o ecologistas).
Gobernar
siempre ha tenido que ver con administrar límites y estos, en lo material, son
cada vez más estrechos, sobre todo si tiemblan las piernas. Pero si decimos poner en el centro como
prioridad unas condiciones de vida
dignas para todos, las claves ineludibles van a ser aprender a vivir con lo
suficiente, el reparto de riqueza y obligaciones, el cuidado de los cuerpos vulnerables y la
corresponsabilidad. Si no, la escasez que ya está aquí la gobernará el mercado. Y a
éste, las condiciones de vida de la gente le importa un carajo, como se está
viendo con el precio de la luz estas semanas.
El
Gobierno está intentando desincentivar el consumo eléctrico en los tramos de
máxima demanda pero , a mi juicio, es un
error hacerlo sólo con soluciones de
mercado, sin explicación y debate, sin tarifas progresivas y sociales, y
sin meter mano al oligopolio que es en España el mercado eléctrico. Y mientras, las empresas eléctricas salivan.
Hacer
algo pero sin molestar a los mercados produce una consecuencia inmediata que es
que la escasez impacta de forma
absolutamente injusta en el precariado. Asumir que no hay más narices que jugar en el terreno de juego de los mercados
como única posibilidad y horizonte es apostar por salidas que no resuelven problemas
estructurales y que llevan a muchas
personas a abrazar las promesas de los
neopopulismos ultraderechistas.
Ojalá
estuviésemos en condiciones de afrontar
el presente con meros retoques progresistas. No es así. Hacen falta
cambios profundos en la producción, en el consumo y en las formas de vida. En
el plano material, la palabra clave es menos en términos absolutos:
menos agua, menos energía, menos emisiones. Estos cambios se traducen en menos
viajes, menos alimentos lejanos, menos carne… la palabra menos es importante y
casi nadie en el plano político institucional se atreve a plantearlo con
claridad. ¿ Por qué? Porque hablar con claridad de estas
cosas supone un suicidio electoral. Resultado : no se habla con claridad del atolladero en el
que estamos.
Nos
encontramos entre la espada y la pared : el sistema acabará con los más
desprotegidos y vulnerables o planteamos con valentía afrontar este problema para
lo cual hay que contar con una
ciudadanía crítica y comprometida. De momento estamos aprendiendo a gestionar
bien nuestra demanda eléctrica. Ahora hace falta que el gobierno tome algo
contra la impotencia. Gracias por estar ahí
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