POLÍTICA
Y PEDAGOGÍA ( 28-05-2021)
He defendido siempre la importancia de la pedagogía en cualquier
ámbito de la vida, no sólo en la escuela. También en la familia y , cómo no, en
la política. La pedagogía, se podría decir, es lo contrario de la demagogia.
Demagogia es engañar al pueblo con medias verdades, con halagos, con ejemplos
falsos, con hipérboles ,con manipulación de las emociones o sentimientos etc. etc. Todo eso con tal de mantenerse o alcanzar el poder. La pedagogía ,por el contrario,
es contar la verdad aunque duela , es explicar lo explicable, es analizar, es
comprender al otro aunque no lo justifiques, es tomar decisiones a partir de la reflexión y
del análisis de las situaciones.
Política y pedagogía son absolutamente necesarias y
complementarias. No es así, desgraciadamente. Lo vemos a diario. ¿ Por qué?
Porque los políticos están convencidos de que el ejercicio de la política ha de construirse sobre la base de la
competencia ( que normalmente se traduce en violencia y agresividad ) mientras
que la pedagogía se basa en la cooperación. Además la política raras veces está
interesada de verdad por el futuro, por el largo plazo que va más allá de una
legislatura y esto les hace no dar la importancia debida a los valores y del ejemplo de ellos mismos
para educar al pueblo; mientras que la educación y la pedagogía es todo lo
contrario, se plantea metas de más largo alcance y no busca resultados
importantes de inmediato sino que dedica tiempo a pensar sobre el proyecto de
sociedad y de persona que queremos construir.
Por eso hay que huir , deberíamos huir de todos aquellos
políticos que no practiquen la pedagogía en sus diversas facetas, ya sea
gobernando o ya sea controlando al gobierno como oposición. Se me viene a la
mente el ejemplo del partido de la oposición en nuestro vecino Portugal tratando
de comprender y de ofrecer apoyo al Gobierno de la nación en el trascendental
tema de la pandemia. ¿ Perdió votos dicho partido en las pasadas elecciones
portuguesas? Todo lo contrario, mejoró sus resultados anteriores porque la
ciudadanía valoró el gesto de ponerse en lugar del otro en aras de la utilidad
social.
Aquí en España con un
poco menos de demagogia y un poco más de pedagogía en todo lo que tiene que ver de verdad con la utilidad
pública de las decisiones en torno a los grandes temas , nos habríamos podido
ahorrar buena parte de la bronca política que define sustancialmente la
política española y ese buen ejemplo se habría podido trasladar a la sociedad
española.
No hablo de política-ficción, no digo que la educación o la
pedagogía por sí sola pueda resolver los problemas actuales ni de la vida
española ni del mundo, pero sí de
aliviar la tensión existente y servir de ejemplo para todos.
Los temas importantes se suceden uno tras otro o solapados en
el tiempo sin que la sociedad civil se entere, participe o tome nota: ampliación
de los ERTES , indultos, Cataluña que no cesa, violencia machista, Ceuta y el
conflicto del Sáhara, concertación social de empresarios y sindicatos,
necesidad de la inmigración, Ley integral de la infancia, incendios en los
campos de fresas de Huelva, Ley de Cambio Climático, Fondos Europeos de Reconstrucción,
eutanasia…. Todo en un trimestre. ¿ Y qué?
Se supone que cualquiera de estos temas debería haber suscitado un interés en la ciudadanía reflejado
en plataformas , redes y medios de comunicación y que , fruto de dicho interés
, quedara una huella en su percepción de la realidad, en sus
conciencias y en sus comportamientos. No creo que sea así. Me temo que sólo queda
de todo ello el ruido, la demagogia, el y
tú más y , sobre todo, la búsqueda de la
derrota del que gobierna a cualquier precio.
No voy a hablar de los indultos pero sí de lo que hay detrás
que es el tema de cómo defendemos a Cataluña o a España o a las dos. De entrada,
nadie las representa en exclusividad. Nuestra identificación con ellas puede adoptar
muchas formas: entre el soberanismo y el cosmopolitismo cabe una infinidad de
combinaciones de lo nuestro y de lo ajeno . Defiendo
que no tenemos derecho a considerar un traidor a quien sitúe el pensamiento soberanista como
prioritario. He leído que Joyce, que tanto criticó a Irlanda, la quiso con más
pasión que todos esos escritores que hablaban de chicas pelirrojas y prados
verdes. Pues aquí lo mismo, quienes descalifican a quienes defienden el perdón como utilidad social, como
mejor fórmula de concordia para encarar un difícil diálogo tachándolos de traidores y antipatriotas se instalan en
una pretendida y demagógica superioridad moral que no sólo impide la discusión
democrática de la cuestión sino que demuestran que ,en la práctica, no es la
búsqueda de soluciones lo que les preocupa sino sacar provecho de cualquier
cosa; en este caso, de España.
Enrique
Monterroso Madueño