jueves, 29 de julio de 2021

 

CUATRO PASOS ATRÁS  ( 30-07-2021)

Es el último picotazo de la temporada y va a ser breve. Pandemia es una palabra maldita. Es un castigo. Es de la estirpe de hecatombe, de catástrofe, de  apocalipsis, esos compuestos griegos que anuncian lo terrible. Pan es todos, demos es pueblo. Una pandemia es lo que le sucede a todo el pueblo, a todos los pueblos.

Pues bien, en un mundo donde decir todos es un abuso del lenguaje, el tema de las vacunas muestran lo peor del sistema que nos gobierna. Los países más ricos las concentran como concentran todo el resto: riquezas, recursos, armas, saberes, la comida. Y  esa concentración hace que les falte a tantos otros. En estos pocos  meses de campañas, Norteamérica y Europa usaron casi la mitad de las vacunas que se aplicaron en el mundo siendo tan sólo el 10% del Planeta. Y aun así no consiguen curarse bien  porque se niegan a ponerse una vacuna, bien porque desconfían, bien porque son unos iluminados que pasan de la ciencia. Y mientras, el resto del planeta se degrada y se desangra y queda claro, cada vez más claro, que salvarse solos no sólo es cruel e  injusto sino algo  peor, que no sirve: que salvarse solos no es salvarse.  La pandemia es de todos.

Vivimos tiempos confusos, caóticos, dementes. Saramago escribió a propósito de su libro Todos los nombres que “ Las vidas son como los cuadros, que conviene siempre mirarlos cuatro pasos atrás”. 
Pues bien vivimos un tiempo en el que, como para entender los cuadros y las vidas, tenemos que dar  cuatro pasos atrás, para coger perspectiva y entender ciertas cosas.

Por un lado tenemos ya   viajes turísticos al espacio que son un exceso total; tenemos coches eléctricos que se conducen solos que ponen el pelo de punta; y tenemos pájaros metálicos llamados   drones que pueden grabarlo todo y representarlo todo en unos Juegos Olímpicos a toda la Humanidad. Y al mismo tiempo que eso sucede y que se presenta como lo más, tenemos también    una vuelta ideológica a la Edad Media, en la que partes amplias de la sociedad niegan el cambio climático, otros que afirman que la tierra es plana  y otros muchos que  tienen más miedo a una vacuna que a una pandemia. ¡El peligro es el virus, no la vacuna.!

Cuando uno mira detrás de la pantalla del ordenador y le hace caso a Saramago dando esos cuatro pasos atrás, entiende lo que de cerca parece increíble e inaceptable y que la sinrazón, la desmemoria y la estupidez también forman parte de nosotros mismos , los sapiens del siglo XXI. Cuatro pasos atrás para entender lo visible, la realidad y es  que sólo nos queda el  aceptar con naturalidad la confusión del momento. Entender que  la estupidez y los negacionistas de los derechos más básicos son parte de este juego por mucho que nos inquiete a los yonkis de la lógica, a los enganchados a eso de ordenar racionalmente las ideas y las palabras   de un modo justo para poder entenderlas.

Y, por supuesto, hay que retirarse cuatro pasos atrás para entender también que tanta confusión  y tanta  crispación acumuladas en los últimos tiempos provoquen en algunos de nosotros  la tentación de irse al monte o, lo que es lo mismo, de apagar la tele e internet. Es natural. E incluso sano y , por ende, recomendable. Aquí en el solar patrio llevamos año y medio de pandemia vivida en vilo. Agotador e insoportable  en lo político, en lo mediático, en lo social. Año y medio de auge de la estupidez y del odio. Saldremos mejores, dijeron. Ja.  

Ahora que se ha celebrado ( ¿ Se ha celebrado?) el aniversario de la muerte de nuestro ínclito Antonio Machado echo mano de ese verso que dicen que encontraron en su chaqueta el día que murió exiliado en Collioure: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Entre tanto caos, dolor e irracionalidad, Machado murió pudiendo mirar  a los cielos, limpios del odio que lo expulsó de su España  y reivindicar  la época en la que todo estaba en orden, la infancia. Ochenta y un año después, quizá toque dar cuatro pasos atrás para entender que de la estupidez y del hastío del momento sólo se sale retrocediendo, si se tiene un lugar al que querer ir mentalmente . Y ese lugar bien puede ser la infancia presidida por una cierta ingenuidad y transparencia, al menos hasta ahora. Con razón Rilke decía desde Ronda que la verdadera patria del hombre es su infancia

Será duro aceptar, ya en una cierta senectud como Saramago ,  que  la crueldad y la estupidez de este primer mundo  del que presumimos  serán tan sólo una   molestia  que nos acompañará en el  camino el resto de los días y que será preciso dar cuatro pasos atrás para sobrevivir a tamaño espanto y reencontrarse con algo inocente y limpio, como cuando éramos niños. La vida puede ser ida y vuelta.

Nada más. Felices días azules y cuidado con el odio que está que muerde.
 

 

 

 

 

 

 

 

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