FRENAR LA
LOCOMOTORA 13 Mayo- 2022
Faltan apenas 40 días para el
inicio del verano meteorológico pero el verano hace días que está aquí. Cuando
hablamos de cambio climático , entre otras cosas, queremos decir que en
primavera es verano o que nieva cuando deben florecer los cerezos o que el mar
se toma su parte de litoral que los humanos hemos ocupado indebidamente o que
Filomena llega cuando menos se la espera. No se trata ya , cono decían los
antiguos de que “marzo mayee o mayo marcee” sino de que tenemos básicamente
sólo dos de las cuatro estaciones , eso sí, salpicadas de picos extremos en los
que se alternan grandes épocas de sequías con tormentas y alteraciones del
sistema de circulación atmosférico que nos ponen de los nervios. Podemos decir que estamos asistiendo en vivo y en directo a un
caos climático cuyos puntos de no retorno o han sido sobrepasados o están a
punto de serlo sin que la población- nosotros- seamos
conscientes de lo que va a suponer cruzar esas líneas de no retorno. Lo que sí
sabemos es que ese cambio desbocado en el clima de la Tierra con subidas de
temperatura afectará a la vida. Cómo sobrevivir a eso es una incógnita. La educación ambiental de la población, es una
condición imprescindible en la que estamos muy mal preparados para el reto que
tenemos que enfrentar. En las leyes existe aquello de la ignorancia no
excusa del cumplimiento de las leyes. Pues con las leyes de la naturaleza pasa
lo mismo.
Por tanto
la pregunta que viene a la mente de cualquiera
no puede ser más importante: ¿es posible convencer con palabras a una
mayoría? Parece ser que hay países en Europa donde un alto porcentaje de la
población opina que hay que repensar
todo lo concerniente al clima y abandonar ciertos mitos asociados al
crecimiento permanente como objetivo de la felicidad. En el caso de España no
tengo motivos para ser optimista.
Ahora bien , hoy yo también quiero
decir que no podemos instalarnos en la creencia de que el cambio climático es
una fatalidad contra la que nada se puede hacer. Yayo Herrero , activista
ecologista viene planteando que se consigue más con la seducción que con el
temor. Siguiendo su consejo, reconozcamos que se ha avanzado algo. Según la
última encuesta del CIS el porcentaje de
españoles preocupados por el clima y sus cambios ha crecido exponencialmente y
acepta ya que la Tierra no puede con
todo , que sus recursos son limitados y que el daño que el modelo actual de crecimiento
le está produciendo puede ser irreversible. Reconozcamos que esto ya es algo,
que supone un cierto nivel de conciencia. Hasta ahora la conciencia crítica se
cultivaba en cenáculos o en pequeños grupos minoritarios, ahora la conciencia se adquiere
a partir de los datos que estamos padeciendo como este de sufrir un verano en
plena primavera o que nieve en Sierra nevada en el mes de Mayo.
Algo hay que hacer y lo que parece
innegable es que lo que
haya que hacer depende de cómo se valore el peligro que amenaza. El problema es
que los daños al planeta Tierra en cualquiera de sus facetas están íntimamente relacionados con la
economía global y con nuestras vidas. No
me refiero a los efectos colaterales sino a la misma lógica del sistema; por eso la
terapia tiene que ser mucho más radical.
Sin quitarle ni una coma a lo que Carlos Marx escribió sobre
las revoluciones como las locomotoras de la Historia que ha servido para
explicar las cosas hasta ahora, sin
embargo, a la vista de cómo se ha desenvuelto el progreso y a costa de qué , se
podría afirmar ahora mismo que quizás la revolución que necesitamos pase por
activar el freno de emergencia de la locomotora antes de desembocar en el
abismo.
Lo verdaderamente catastrófico de los cambios en el clima y
el agotamiento de la Tierra no es aceptar
las limitaciones , sino que no haya manera de acabar con esta marcha desbocada.
Por eso el gesto radical, a la altura del peligro que corremos, es el de
activar la señal de alarma. Y eso no significa volver a las cavernas. Es
sencillamente saber si hacemos del progreso el objetivo de la humanidad, o a la
humanidad el objetivo del progreso.
Pensémoslo.
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