viernes, 11 de febrero de 2022

 

LO MÍNIMO Y LO MÁXIMO

                                                           Enrique Monterroso Madueño, 11-02-2022

La de disgustos que nos ahorraríamos siendo ricos y conservadores. No sé si lo han pensado así alguna vez. Vivir sin conciencia de clase, qué descanso. No ser consciente de la desigualdad creciente, porque si ese es pobre es porque  quiere, porque oportunidades tiene , lo que pasa es que no se esfuerza;  ¡Que se hubiera hecho emprendedor, caray, como quien yo me sé. ¡ Qué liberación  no tener que analizar todo el rato los hábitos de consumo! , que no nos importe la procedencia de la ropa que llevamos pues gracias a eso pueden comer , o que no nos importe si la carne que comemos es de macro granja, qué asco;  o pasar del rollo del cambio climático que es cosa de cuatro mocosos ecologistas. O  tener chacha  para que cuide de los críos y , ya de paso, le dé una manita a la casa por cuatro perras sin que te duela la conciencia, ¡si es que no la tenemos!.

De verdad, ser acomododado/a  y ser ultraconservador  es comodísimo. Sale un poco caro, eso sí, pero lo pagaríamos gustosos porque ,como se suele decir, hay otra vida más barata pero ya no es vida.

Y ahí están en frente  radicales  y sindicalistas negociando tozudamente la subida del salario mínimo que afecta a los más humildes   con esta realidad antipática de un mundo dominado por confederaciones y grandes empresas , que ellos sí que tienen salarios máximos pero que se resisten a la evidencia de que ,si los pobres ganan más, el consumo sube y con él los propios  patronos que producen y venden , y la recaudación del Estado sube también y la Seguridad Social puede pagar las pensiones.¡ Qué latazo tener que discutir de cosas tan primarias como esta de la subida del salario mínimo!.

Para partirse  de risa  cada vez que oímos las palabras  extremista o revolucionario para definir a quienes se empeñan en subir el salario mínimo  35 euros  hasta llegar a los mil euros al mes cuando esto , en verdad, es un claro ejemplo de hasta dónde se pueden rebajar las expectativas de un país y conformarse con un  “virgencita que me quede como estoy” . ¡Como para revoluciones está el solar patrio, vamos!

La palabra ‘mileurismo’ ha tenido muchos significados políticos en nuestro país:  hasta 2008, cuando España creía que estaba en la Champion Ligue, lo de ser mileurista equivalía a ir apretadillo de dinero o estar tieso. “Mi hijo es un mileurista”, decían algunos padres, preocupados.  A partir de 2011, cuando salió a relucir toda la porquería, nos dimos cuenta que lo de ser mileurista era casi un privilegio al que los más jóvenes no conseguían acceder. Hoy, diez años después, en 2022, el mileurismo se convierte en el salario mínimo en  España,  lo mínimo para poder hacer frente al coste de la vida y que la palabra dignidad no rime con  falsedad.

Y , sin embargo, y a pesar de las satisfacciones por este logro histórico de los mil euritos mensuales, la cosa está fea, sí, entre la desigualdad, el cambio climático, el neofascismo a la vuelta de la esquina , las mentiras del odio, la tiranía del pensamiento binario de sí/no, me gusta/no me gusta, dame un like  etc. etc. Precisamente porque la cosa está fea hay que estar alerta y buscar buenas compañías, empezando por Castilla y León. Afortunadamente existe esa gente imprescindible que, aun sabiendo perfectamente que las cosas no son fáciles y que la batalla es desigual y el rival se las trae, son capaces de mantener la lucidez y poner su tiempo, su saber y su energía en intentar rectificar el rumbo. Es cuestión de esperanza, lo último que se debe perder.

 

 

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