jueves, 27 de noviembre de 2025

 

BUCAREST                        21-11-2025

 

Viajo hasta Cataluña para atender los cuidados de mis semejantes más cercanos. Suelo decir que acaso los cuidados sean la expresión más clara del amor, del amor más auténtico. De cuidados pero también de coherencia van estas palabras que  me brotan estos días.

 

España tuvo no hace mucho tiempo un político llamado Solé Tura. Uno de los llamados “padres de la Constitución” , comunista él, jurista él, catalán él,  ministro de Cultura  con Felipe González, profesor de Universidad , escritor  y un largo etcétera. Además de todos esos méritos o de ese currículum hay una cosa que demuestra que Jordi Solé Tura debió de ser un buen hombre  ya que, cuando le  llegó la enfermedad y la vejez, su hijo Albert hizo   en 2008 un documental llamado Bucarest  que refleja su perplejidad  como  hijo  ante la vida plena de compromiso con la sociedad, de lucha política, de clandestinidad y exilio de su padre. Como si quisiera demostrar a todo el mundo, después de su muerte,  lo sorprendido que estaba como hijo de cómo había sido la vida de su padre ya que , al parecer, no lo había reconocido antes.

 

He buscado hasta encontrar ese documental- Bucarest- y me ha parecido interesantísimo, con el que Albert Solé, el hijo del político, se convierte en padre de su padre antes de soltarlo en la intemperie de la muerte. Que la historia, tal y como están las cosas,  haya declarado obsoletos los ideales transformadores  por los que luchó Solé Tura no hace sino señalarnos y acusarnos de  hasta qué punto hemos abandonado los principios en los que fundamentábamos tanta entrega y sufrimiento. Con tanto coraje y generosidad. Con absoluta seriedad.

 

Otra cosa es que los hijos- con tanta ficción-  no siempre sepan entender esas creencias en esas ideas; otra cosa es lo que la realidad ha hecho con  esas ideas o lo que el mundo fake y la vida fake  han hecho con la realidad. Pero, cualquiera que sea la causa y las consecuencias, el coraje y la generosidad para defender esas creencias y esos principios siguen siendo coraje y generosidad. Al menos, eso.

 

Conozco a   jóvenes que no entienden  la obsesión de los viejos con la salud: los gimnasios , el aquagim, las caminatas, las visitas frenéticas al médico, la tiranía  de los pastilleros etc. etc. Esos jovenzuelos  no entienden que esa obsesión de los abueletes por su salud y bienestar  es el último signo de valentía y de generosidad para con ellos mismos , los propios jóvenes. No piensan que la salud, el bienestar, el pastillero en suma , es la ética de los viejos.

 

Cabe preguntarse a veces para qué sirve el haber tratado de hacer  bien los deberes como padres de estos infanzones, tardojóvenes o adultescentes que existen hoy a porrillo y que viven desentendidos de sus mayores. Cabe pensar  a veces que ser bueno no sirve  para nada salvo para hacer el ridículo y para que, si eres no bueno, sino buenísimo, y si tienes una suerte espantosa y  no has traído al mundo unos desalmados , cuando seas viejo o vieja  tus hijos acepten convertirse en tus padres y te bañen, te peinen, te limpien  la caca, te den las pastillas y se rían contigo antes de que tú les abandones en la interperie del mundo que les espera.

 

A fuer de ser realista, es lo máximo a lo que podemos aspirar.

 

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