UN SOLO BANDO 7-11-2025
Los temas candentes de la sociedad
española hoy ( dana, cribados, privatización de la salud, la poca vergüenza del
emérito, juicios acosadores ,acoso infantil, violencia machista …) todos ellos muy
fuertes tapan o solapan el debate acerca de la desigualdad generacional en
nuestra sociedad. Un debate que apenas asoma la patita y que consiste en
dilucidar si lo mal que viven los jóvenes/ no tan jóvenes en España que no
pueden ni pagar un alquiler tiene algo
que ver con lo bien que viven los pensionistas jubilados en nuestro país. Alguien
está interesado en abrir, agitar y alimentar un falso debate sobre la pobreza
fáctica de la mayoría de los tardojóvenes en España y la aparente riqueza de
los mayores.
El tema de la brecha de riqueza
y la propiedad entre jóvenes y
pensionistas irá cobrando más fuerza a
medida que se politice y metan sus narices los ultras si no la hubieren metido
ya. Es innegable que los jóvenes tienen menos patrimonio, menos viviendas y
salarios más bajos que los jubilados. Pero ¿ quiere decir eso que estamos ante
la causa de la desigualdad? ¿ Es la desigualdad una cuestión de edad o una
cuestión social?
Parece que el verdadero problema de
los jóvenes no es un asunto de riqueza comparada con los jubilados y sus pensiones actuales
como quieren hacer ver algunos sino la consideración de la vivienda no para
vivir sino como objeto de negocio muy rentable. La desigualdad de renta entre
los jubilatas y las nuevas generaciones, la brecha existente se explica por la propiedad inmobiliaria más
que por el dinero contante y sonante. Hoy en 2025, la mayoría de los jóvenes tienen
que destinar el 90% de su salario para emanciparse, razón
por la cual tres de cada cuatro jóvenes con
empleo siguen atrapados en casa de sus padres o viviendo en comunas. Visto así
el enfoque cambia por completo.
En España, a partir de los años 70 la
llamada sociedad de propietarios se convirtió en una verdadera palanca de
crecimiento. Los españoles accedimos de
forma masiva a la propiedad, lo que nos transformó en clase media. Y nuestro bienestar comenzó a apoyarse cada vez menos en
los salarios y cada vez más en la revalorización de nuestras
viviendas. No tenemos un euro pero nuestras viviendas valen un pico y eso nos
da calorcito. Esta transformación ha ensanchado la brecha social porque la
propiedad de los bienes inmuebles se
reparte de forma profundamente desigual hasta el punto de que quienes no tengan
vivienda serán pobres en un futuro cercano.
Avanzamos hacia una sociedad profundamente
dividida: de un lado, los multipropietarios que acumulan cada vez más
viviendas; del otro, una mayoría creciente sin acceso a ninguna. Muchas
personas sin vivienda y muchas viviendas sin personas. Una fractura que rompe
la cohesión social y que amenaza no sólo las posibilidades de progreso social
para el futuro inmediato sino la propia democracia como estamos viendo con asombro hipócrata.
No se preocupen: lo peor está por
venir. La desigualdad no hace más que amplificarse: quienes ya poseen
patrimonio lo acumulan a una velocidad superior al crecimiento de la economía
real de nuestro pais. Esto les permite controlar una parte creciente de la
riqueza total y, con ella, concentrar también poder económico, mediático y
político. Una dinámica que podría llevarnos en pleno siglo XXI a niveles de
desigualdad inauditos.
Si de verdad queremos acabar con la desigualdad, la
redistribución no debe plantearse entre viejos y jóvenes,
sino entre los grandes poseedores de patrimonio y quienes carecen de él. Para ello,
será imprescindible un nuevo pacto social. Y eso exige una enorme fuerza
política, que solo podrá construirse si jóvenes y viejos se sitúan
en el mismo bando, el de los defensores de la justicia social.
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