EL
MANOTAZO 21-06-2024
Un manotazo es un manotazo.
Parece simple. Pero a veces lo simple
hay que explicarlo. El presidente del parlamento balear, ultraderechista
él , le dio este martes pasado un manotazo al ordenador de una diputada progresista y rompió una fotografía pegada
en la tapa de su ordenador de tres mujeres asesinadas por falangistas en
Mallorca en 1.937. Una de ellas
era la sindicalista Aurora Picornell, símbolo de la represión franquista en
Baleares durante la Guerra Civil. El Parlamento regional debatía y aprobaba una
ley derogar la ley autonómica de memoria democrática, aprobada en 2018.
Con este episodio, los ultras
superan el nivel de rechazo que ha mostrado siempre hacia las víctimas de una
dictadura que nunca ha condenado. Pero el problema político principal es que la
extrema derecha ha arrastrado al principal partido de la oposición de derechas a bendecir las posiciones más ultras ante la necesidad de contar con su apoyo para
gobernar varias autonomías como todos sabemos. Casi medio siglo después de la
muerte del dictador Francisco Franco, es incomprensible esta actitud de las
derechas en España, que rompen con décadas de consenso historiográfico
internacional para negarse a reparar la memoria de las víctimas. Y además lo
hacen con mentiras pues La Ley de
Memoria Democrática ampara a “todas” las víctimas de la Guerra Civil y a las de
la dictadura, algo que ellos deliberadamente ocultan.
Pero volvamos al manotazo pues
tiene mucha miga. Si una mano golpea el ordenador de otra persona está invadiendo su
espacio de forma violenta. Si esa persona es diputada -vicepresidenta de un
parlamento autonómico, para más señas-, se está faltando al respeto con
violencia a una autoridad democrática. Si el manotazo no ocurre en privado,
sino durante una sesión plenaria, adquiere un sentido político. Si lo propina
quien preside ese mismo parlamento, y por tanto está encargado de guardar el
orden, el gesto demuestra su ineptitud
para el cargo. Si además rompe la fotografía de una víctima del franquismo, el
simbolismo está claro: estamos ante redondea un acto violento con un
significado de odio.
La política se hace con el cuerpo. No hay más que ver cómo sudan
los candidatos en los mítines, cómo somatizan el estrés, cómo hablan los
hombros, los brazos y las manos desde las tribunas de oradores. Pero sin
tocarse. Históricamente las luchas por el poder eran físicas y se saldaban con
la vida pero ahora deben saldarse con la oratoria.
La política democrática es un logro de la civilización: permite a
los derrotados seguir viviendo.Las armas deben ser dialécticas: no se golpea, no se intimida,
no se invade el espacio del otro. Pero , a propósito del caso que comentamos podemos
comprobar que para algunos, muchos, demasiados, no renuncian al cuerpo a
cuerpo. Es exactamente lo que recomendaba José Antonio Primo de Rivera cuando
instó a los suyos a dejar de “ser amables” y recurrir a “la dialéctica de los
puños y las pistolas”. Es decir, la
amabilidad como debilidad, la palabra como recurso inútil. Puños son los que
hacen falta.
Con un simple manotazo, el cuerpo del Presidente ultra dejó al descubierto su mente joseantoniana.
Él no cree en la autoridad democrática de su cargo sino en la fuerza de sus manotazos.
La violencia tiene distintas fases: primero es verbal, luego se dirige a los
objetos, y por último a las personas. El incidente va mucho más allá de un
debate sobre memoria democrática. Es una muestra clara de una apuesta por una
dialéctica fascista “Si no es por las buenas, pues por las malas”, dijo este
personaje en la refriega. Apuntemos la fecha del incidente, 18 de junio de
2024, porque en el discurso del principal partido de la ultraderecha los insultos ya son cosa de débiles y han
activado la fase dos. Definitivamente todo es empeorable.
Una salutación débil, una palabra amable.
Les habló Enrique Monterroso
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