UNA CHAPA EN LA
SOLAPA 21-03-2025
Viene siendo
España recorrida por un fantasma llamado miedo a la guerra y ciertamente también
por un pacifismo yupi de salón cuando,
de pronto, el guión gira y exige un cambio de mirada porque se ha colado de matute el tema no menos truculento del
reparto de los “menas” dentro de nuestras fronteras, entre las distintas
naciones, nacionalidades, pueblos, países,
autonomías, regiones de España. Diciéndolo con simpleza y brevedad, se
ha abierto en el suelo patrio otra guerra civilista que es nuestra
especialidad, es decir, guerra entre nosotros mismos, esta vez a costa del
reparto más o menos justo de estos chicos desahuciados que llaman a nuestra
puerta creyendo que llegan al paraíso.
MENA es un acrónimo utilizado para referirse a los
menores de edad que llegan a España en
pateras, menores de edad que vienen
solos, no acompañados por algún familiar. Por tanto, según las leyes
internacionales, hay que acogerlos y protegerlos. Han hecho un larguísimo viaje
( semanas, meses a veces) hasta España
( Europa) haciendo frente a
adversidades que no podemos ni imaginar. ¿ Por qué vienen? Porque huyen de un
presente que no les ofrece ningún futuro.
Los que logran
llegar y sobrevivir se encuentran con que , en lugar de ofrecerles una
esperanza y un futuro que no sea peor que el pasado que arrastran, en lugar de ofrecerles -no lo
olvidemos- una protección que no sólo merecen sino que estamos o-bli-ga-dos a
darles, vemos que ,en lugar de eso,
vuevlo a repetir, se les utiliza a estos
menores no acompañados como munición en
una refriega política de baja estrofa , unilateral, no equidistante que rezuma
un hedor racista. Y
convertimos esta guerra hu-ma-ni-ta-ria en una subasta de cifras entre
comunidades que es como una competición para ver quién es más racista. O
casi peor, como ha dicho el baranda suavón
andaluz, en una paquetería de Amazon.
La Constitución
española predica en su articulo 2 la
indisoluble unidad de la nación española y muchos nos enfundamos en ella con
indubitable fervor. No dice en cambio la Constitución que esa unidad
indisoluble exige o debe exigir la no menos imprescindible solidaridad entre
nosotros los españoles. Ah, eso ya es harina de otro costal. Ya sabíamos que no
es lo mismo predicar que dar trigo. ¿Qué
significa la unidad en un contexto de insolidaridad? Ficción, hipocresía,
falsedad.
El mero hecho de
llamarles a estos jóvenes “menas” ya es
una manera de deshumanizarlos tratando de relacionarlos con la delincuencia como ha
hecho el fallero Mazón, lo que los convierte en peligrosos y provocan miedo y odio entre el beaterío y
meapilas patrio. Y es que somos parte de un país que, según dicen las
estadísticas y las encuestas, está lleno de pacifistas cuando se nos pregunta
por guerras lejanas, pero que de cuando en cuando azuzamos guerras locales y ese
anhelo de paz desaparece y demostramos lo peor de nosotros mismos.
Lo demuestran los
discursos xenófobos de una parte del espectro político español y mucho español que
logra contaminar a la ciudadanía a través de la opinión publicada envueltos en
la rojigualda o la estelada.
Y así seguimos,
mayormente unidos y comprensivos con un rearme en el empeño de una paz justa
para Ucrania, Europa y el mundo pero divididos irreconciliablemente, polarizados dentro de nuestro país .
Desempolvemos pues
nuestros pin del “no a la guerra” y pongámosnos una chapa en la solapa. Lo
español existe.¿ O no?
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